La jugadora de 30 años, que se incorporó al EdF Logroño el año pasado, está confinada en un apartamento en el norte de España. Alejada de su familia, de sus amigos y del fútbol, ha estado escribiendo cada día todo aquello que puede agradecer.
Explica aquí al Sindicato danés de jugadores, el Spillerforeningen, sus experiencias.
¿Cómo es la vida en uno de los países más afectados por la pandemia?
Nunca olvidaré una de las primeras noches durante el confinamiento. Estaba lloviendo y todo lo que podía escucharse eran coches de policía rondando por las calles y ordenando a la gente por altavoz que se mantuviera en sus hogares. Parecía una situación de guerra.
Parece una película mala; una película surrealista. Ando por el interior de mi apartamento todo el día, y me siento como si estuviera en una burbuja. Cuesta comprender que están ocurriendo tantos hechos horribles fuera.
¿Vives sola?
Tengo dos compañeras de piso: una jugadora de Ghana y una fisioterapeuta de España. Si hubiera estado viviendo sola, lo hubiera pasado muy mal desde el primer instante, tan solo de pensar en no poder mantener ningún contacto social.
A veces, puede ser difícil y duro llevar una vida en el fútbol. Me he trasladado a un nuevo país, con un idioma nuevo para mí, y completamente sola.
No es que mis compañeras de piso y yo hagamos muchas cosas juntas cada día, pero hacemos ejercicio una vez al día y ello añade algo de energía extra por el hecho de reunirte y hablar, entrenar y echar unas risas juntas. Lo agradezco mucho.
¿Cómo te has mantenido en forma?
He estado haciendo circuitos en el apartamento, series en las escaleras y carreras en el sótano del parking.
El entrenamiento cumple otra función para mí. Ese ha sido el caso en los últimos dos años; para mí es como una válvula de escape. Si me siento frustrada o triste, puedo entrenar y sentirme mucho mejor después.