
Un gran porcentaje de futbolistas del nivel de élite estaban jugando ya demasiados partidos antes incluso de la pandemia de COVID-19, con una falta de tiempo de recuperación entre partidos y descanso insuficiente a nivel físico y mental entre temporadas. Ahora, desde la reanudación de la actividad, observamos un primer repunte de lesiones, debido al tiempo de preparación insuficiente y a un programa de partidos demasiado saturado.
Comprendemos que es una tarea compleja recuperar los partidos perdidos en los últimos meses. El impacto de la pandemia de COVID-19 significa que la programación de partidos será incluso más intensa en los próximos dos años. La respuesta ante esta problemática debe mejorarse, y se requieren salvaguardas innovadoras para proteger la salud de los jugadores e impedir la erosión de los escasos marcos de trabajo ya existentes. Es fundamental que las partes interesadas protejan a los futbolistas y les permitan alcanzar su mejor rendimiento, y ello no puede esperar hasta que se establezca el próximo calendario para el periodo posterior a 2024.
Hasta la fecha, los debates sobre las reformas al calendario de partidos no han tenido en cuenta la responsabilidad de equilibrar las necesidades de los organizadores de la competición, con las de los futbolistas. Dejar la gestión de la carga de trabajo de los jugadores en decisiones individuales dará lugar a conflictos en relación a su liberación para disputar partidos de las selecciones nacionales, a presiones injustas para que se esfuercen más allá de lo saludable y, en última instancia, a un descenso en la calidad de las competiciones.