El centrocampista gambiano pasó la primera parte de su carrera en las ligas amateurs de Inglaterra antes de convertirse en profesional a los 26 años. Ahora en el Swindon Town, de la League Two, Khan explica los sacrificios que hacen los futbolistas durante el Ramadán y explica qué más puede hacer la industria del fútbol para ayudarlos durante el mes en los países de minoría musulmana.
Por Saidou Khan
Crecí en Gambia rodeado de fútbol y fe. Allí el fútbol es el deporte principal porque hay pocos fondos para otra cosa y, a los seis años, yo jugaba cinco o seis partidos al día en la calle. Los otros niños me llamaban "Kaká" porque siempre escribía el nombre del brasileño en mi camiseta.
Cuando me hice un poco mayor, empecé a participar en partidos de competición en la Academia de Fútbol Padre Gough y, después de nuestros partidos, los jugadores de la selección nacional se entrenaban allí. Me maravillaba verlos. Ahí empezó mi sueño futbolístico: quería ser como ellos y jugar algún día en la selección nacional de Gambia.
Al igual que el fútbol, en Gambia también se está inmerso en la fe desde una edad temprana. Es un país principalmente islámico, con muchas mezquitas, por lo que la vida cotidiana suele girar en torno a ser musulmán. Mi madre me enviaba a ver a un profesor de islam unas tres o cuatro veces por semana para estudiar el Corán, y mientras crecía todo el mundo me empujaba hacia la fe islámica.
Mi madre llegó a Inglaterra en 2007, cuando estaba embarazada de mi hermana, y mi padre falleció de cáncer menos de un año después. Mi madre tuvo que hacer malabarismos con dos trabajos y mi hermana para llevarme a Inglaterra en 2010 en busca de una vida mejor, para estudiar e ir a la universidad. En mis tempranos 20s, me esforzaba mucho para ir a la Universidad de East London, tener un trabajo en un supermercado -trabajaba en Lidl, vendiendo cruasanes- y jugar como amateur. Soñaba con competir profesionalmente y mi fe me ayudó a conseguirlo.
El Islam te enseña que lo que está destinado a ti, acabará llegando. Mi fe me hizo creer que el fútbol estaba escrito en mi camino y que alcanzaría mi meta de jugar profesionalmente, siempre y cuando siguiera trabajando duro, haciendo buenas acciones, rezando cinco veces al día, ayunando en el mes de Ramadán, dando a la caridad y cuidando de mis mayores. Si todos rezan por mí y yo rezo por mí mismo, y además trabajo duro, entonces alcanzaré mi objetivo.
Tuve mi oportunidad en un club de la sexta división inglesa a través del programa de fútbol de la universidad, luego pasé a la National League (quinta división) y a los 26 años llegué a la Football League con el Swindon Town.
La temporada pasada fue mi primera con el Swindon y me apoyaron mucho para que cumpliera el Ramadán. Una semana antes, me sentaron y elaboraron un plan para el mes. Me preguntaron qué necesitaba, les conté lo básico y diseñaron un programa de entrenamiento y un horario que me ayudara a rendir en torno al ayuno y la oración.
Personalmente, la preparación para el Ramadán es más mental que física. Recurro al Corán en busca de recordatorios y veo vídeos de Mufti Menk en YouTube. No me gusta salir de casa para ir a hacer la compra, así que compro al por mayor lo esencial -muchos huevos, arroz, pasta- para abastecerme durante el mes.
Durante el mes, me levanto temprano por la mañana, antes del Fajr, la hora en que se realiza la primera de las cinco oraciones diarias del Islam, y tomo una comida copiosa a base de carbohidratos antes de volver a la cama. Me levanto hacia las 12, leo el Corán, rezo y luego me voy directamente a entrenar o al partido.
Hay una mezquita a sólo cinco minutos. Cuando llega el ayuno hay cinco oraciones que duran aproximadamente una hora y media, pero yo personalmente no las completo todas; estaré allí 45 minutos antes de salir disparado de vuelta a casa para prepararme para el día siguiente. Suelo romper el ayuno para el Iftar, la comida después de la puesta de sol, con dátiles y café, y luego suelo tomar batidos o pasta.
La temporada pasada, el Swindon se preocupó mucho por mí durante el Ramadán; me permitieron ir a entrenar más tarde, así que no iba a desayunar cuando estaba ayunando y tenía más tiempo para descansar. Incluso hicieron que el cocinero preparara comidas para llevar a casa y, cuando el equipo comía, yo podía aprovechar el tiempo libre para estar en mi habitación leyendo el Corán y preparándome para el Iftar.
Los días de partido siempre son duros durante el Ramadán, independientemente de si tu equipo te cuida o no, especialmente los partidos fuera de casa, en los que llegas al hotel por la noche, cenas, te reúnes con el equipo, te acuestas y te levantas muy temprano antes del Fajr.
Mis compañeros de equipo me apoyaron increíblemente y todos me preguntaron qué podían hacer para ayudarme a cumplir el mes de Ramadán con facilidad. Les dije que me costaría mucho que comieran delante mío. ¡Hasta el olor me cuesta! Así que todos se mantuvieron alejados mientras comían. Incluso en los viajes de ida y vuelta, se colocaban en la parte delantera del autobús, lejos mío si comían algo. Fue un pequeño gesto que llegó muy lejos.
Todos los jugadores con los que compartía habitación en los partidos fuera de casa me preguntaban qué necesitaba y a qué hora tenía que levantarme. Si tenía que acostarme pronto, dejaban sus teléfonos y se iban a dormir temprano. Cuando me levantaba por la mañana para rezar me dejaban espacio y, cuando se levantaban por la mañana para ir a desayunar, lo hacían en silencio para que yo descansara lo suficiente.
El mayor reto durante el Ramadán para un futbolista, en mi opinión, es el tiempo que transcurre entre el Suhur, la comida de la mañana antes de que salga el sol, y el saque inicial del sábado, que suele ser a las 3 de la tarde en Inglaterra. Para cuando empieza el partido, te mueres de hambre.
Pero el Ramadán tiene sus ventajas como jugador. Puede sonar raro, pero me suelen sacar menos tarjetas amarillas porque durante ese mes estoy mucho más sereno en el campo. Uno de los beneficios del ayuno es la concentración y la claridad mental. Y cuando llega el Ramadán, es hermoso ver cómo de repente mi cuerpo se adapta y puedo rendir a un alto nivel y mantener el ritmo del partido sin necesidad de comer. No es muy distinto a cuando haces una concentración de pretemporada y te alimentas de forma limpia para prepararte para una nueva campaña; simplemente es un nivel diferente. En esas cuatro semanas mi cuerpo se siente mejor que en todo el año.
Estoy orgulloso de cumplir el Ramadán cuando juego al fútbol, pero hubo un tiempo en que solía evitarlo. No quería que mis compañeros supieran que estaba ayunando, lo que significaba que, sin querer, comían delante mío cuando me moría de hambre, ¡haciendo que el Ramadán fuera diez veces más duro! Los viernes no quería ponerme la abaya, nuestra vestimenta tradicional en Gambia, para ir a la mezquita después del entrenamiento, por si a alguien le parecía raro. Por eso es importante que los jugadores musulmanes hablemos abiertamente de nuestra religión.
Cuando hablamos abiertamente del Ramadán, los compañeros de equipo muestran interés, hacen preguntas y se enteran de cómo pueden apoyarte. Al fin y al cabo, un buen compañero siempre te cubre las espaldas. Lo mismo ocurre con el cuerpo técnico: si saben que estás ayunando, adaptarán el entrenamiento a tus necesidades porque, como entrenadores, quieren sacar lo mejor de ti. Si eso significa salir del entrenamiento 15 minutos antes para recuperar el aliento durante el ayuno, lo harán. Mantener ese diálogo es muy importante.
Me siento cómodo hablando abiertamente del Ramadán con mis compañeros, pero los jugadores tienen personalidades diferentes. Algunos jugadores musulmanes pueden no ser tan extrovertidos o abiertos para hablar sobre le tema. Por eso creo que es tan valioso que la PFA visite los clubes con sus talleres educativos sobre el Ramadán y el fútbol, porque si el sindicato sensibiliza a los equipos, los jugadores y los entrenadores, quita presión a los jugadores que no son capaces de expresarlo por sí mismos.
Me parece estupendo que la PFA organice estas sesiones de concientización, pero, al mismo tiempo, no debe ser sólo el sindicato de jugadores el que las impulse: los clubes también tienen que desempeñar su papel.
Si un club ficha a un futbolista musulmán, debe ser capaz de concientizar a sus compañeros y al personal de que lo principal que puede afectar a su rendimiento como futbolista musulmán es el Ramadán. A partir de ahí pueden preparar al personal y a todos los demás en el club para ello, de modo que cuando llegue el mes, haya un programa sobre la mesa para saber cómo van a sacar lo mejor de ese jugador.
Por eso la comunicación es clave. Estoy muy agradecido al Swindon, a mis compañeros y a mis entrenadores por el apoyo que me brindaron durante el Ramadán del año pasado: fue uno de los mejores que he vivido jugando al fútbol. Y sé que este año volveré a contar con el mismo apoyo.