- Enfermera e internacional chipriota, Maria Ioannou recibió formación específica para afrontar la situación por coronavirus en su país, mientras continuaba jugando al fútbol.
- La jugadora del Apollon Ladies FC contrajo el COVID-19.
- Sufrió los efectos a largo plazo del virus, pero sigue amando su trabajo en el hospital.
“Sinceramente, cuando estaba finalizando mi formación secundaria, estaba mucho más centrada en el fútbol que en los estudios. No obstante, hace diez años no había muchas oportunidades para las mujeres chipriotas a nivel de juego profesional, y no deseaba mudarme al extranjero; por ello, tuve que escoger una carrera alternativa con la que ganarme la vida mientras jugaba.
La enfermería fue siempre mi primera elección, pues me gustaba aprender acerca del organismo y de la naturaleza física del trabajo, así que verdaderamente me puse manos a la obra con ello. La selección nacional me ayudó a obtener una plaza en la Universidad de Tecnología de Chipre, donde conseguí aprobar todos mis exámenes con buenas notas. Después, el PASP (Sindicato chipriota de futbolistas) consiguió un descuento para mi tutoría en la Universidad de Frederik: un porcentaje de lo que pagaban, lo cual fue una enorme ayuda para el desarrollo de mi carrera.
Comencé a trabajar como enfermera de cuidados especiales en el sector privado, pero cuando llegó la pandemia, el Gobierno tuvo que formar a 300 enfermeras para que pudieran dar asistencia en los pabellones dispuestos para el COVID-19. Ahora me han dado plaza en el Hospital de Nicosia durante nueve meses, y aunque el trabajo conlleva dificultades, me encanta: estoy muy agradecida por poder ampliar mis destrezas de ese modo.
Creo que, con el despliegue de la vacuna, la gente ha comenzado a relajarse en todo lo relativo al COVID-19, y quizá a mí me pasaría lo mismo si tuviera cualquier otro trabajo. Pero, como enfermera, sé que la situación en Chipre ha empeorado mucho desde principios del año y, con las cifras elevándose día tras día, no tenemos camas para acomodar a todos los pacientes.
Pongo en práctica mis destrezas para hacer todo lo que esté en mi mano, y en ocasiones la rapidez con la que puede avanzar un caso hacia una situación de emergencia puede ser espantoso; puede haber un intervalo de entre cinco y diez minutos en los que la vida de un ser humano está en tus manos, y debes poner en práctica todo tu saber para asegurar que sea entubado con seguridad y pueda respirar.
“Ser enfermera me define tanto como ser jugadora y forman parte integral de mi identidad como persona”
Desafortunadamente, siempre habrá situaciones en las que nada pueda hacerse. Observar cómo muere alguien que está a tu cuidado es duro, pero no puedes derrumbarte porque muchas otras personas dependen de ti. A veces pienso al respecto en términos más personales, como qué pasaría si ese paciente fuera mi madre o mi abuela y, lejos de amargarme, eso me da fortaleza emocional para estar ahí por mis pacientes; hacer todo lo que pueda por salvarlos y estar con ellos en los momentos más críticos, como si fueran mi propia familia.
Esos momentos, por duros que sean, aportan también la mejor parte de mi trabajo: saber que los pacientes valoran lo que haces por ellos (ya sea simplemente acercarles un poco de agua o hacer algo más serio, como llevarlos a un entubado de emergencia). Cuando agradecen mi trabajo y mi esfuerzo, recibo la mayor satisfacción del mundo, pues sé que estoy marcando una verdadera diferencia en la vida de las personas.
Contraje el COVID a finales del 2020, antes de que todas las enfermeras estuvieran vacunadas e, incluso siendo una atleta joven y saludable, verdaderamente sentí los efectos del virus. Caí enferma físicamente en Navidad y en Año Nuevo, e incluso cuando superé el virus y volví al trabajo y al entrenamiento, no era la misma. Me fatigaba mucho, y no aguantaba jugando los 90 minutos del partido; mis pulmones se sentían pesados en cuanto me esforzaba y no podía respirar tan profundamente como acostumbraba antes de contagiarme.
Afortunadamente, ahora me siento mucho más sana y capaz, pero me ha costado cuatro meses recuperarme, y de todas formas no tengo idea de los efectos a largo plazo que un brote de coronavirus podría tener en el organismo.
He aprendido tanto, no solo de mi especialización, sino del tiempo que he pasado en la sala de enfermería: creo que allí he aprendido más como enfermera que durante mis estudios en el aula. Hace diez años, si me hubieran dicho que podría ser futbolista profesional sin tener que preocuparme por otra carrera, me hubiera lanzado sin preguntar. Sin embargo, ahora que tengo la experiencia, no creo que pudiera renunciar a esta parte de mi vida.
Amo el fútbol; siempre lo he amado, y esta temporada entreno tan duro como nunca para jugar la Liga de Campeones Femenina de la UEFA con el Apollon Ladies FC, el equipo en el que he evolucionado, y representar a Chipre como jugadora de la selección nacional es un honor indescriptible que siempre voy a atesorar. No obstante, ya no soy únicamente una futbolista, y no creo que pudiera volver a serlo. Ser enfermera me define tanto como ser jugadora y, por muy duro que deba trabajar para compaginar ambas facetas, forman parte integral de mi identidad como persona.”