Amarelis de Mera es una leyenda del fútbol femenino panameño. La Bombardera, de 38 años, debutó en 1999 y jugó en España, Estados Unidos e Israel, además de vestir diferentes camisetas de clubes de su país. Hace 10 años que regentea su propia academia de fútbol para niñas. Desde 2022 pertenece al Consejo Directivo de AFUTPA.
Por Amarelis de Mera
Mi larga carrera como futbolista es bien conocida en Panamá: mis 22 goles convertidos para la selección nacional, mis títulos con clubes de aquí y del exterior. Lo que no sabía casi nadie era mi problema de salud. Solo lo hice público a comienzos de este año cuando me vi obligada a pedir ayuda para poder operarme.
En 2004, luego de jugar en España, empecé a sufrir una obstrucción en el esófago. A la hora de comer tenía que masticar todo minuciosamente. Desmenuzar la comida en mi boca. Por ejemplo, no podía comer muchas cosas sólidas porque se me obstruía y no pasaba más la comida.
Era un momento muy incómodo así que trataba de comer lo más posible en mi casa para tener esa comodidad que necesitaba. No era una persona normal que podía sentarme a comer en un restaurante. Lo hacía solo con personas que supiesen lo que me sucedía porque podíamos pedir la cuenta ¡y yo todavía estaba comiendo! Eran familiares o amigos que me entendían.
No me alimentaba de la manera correcta y aún así podía desempeñarme bien porque trataba siempre de cuidar mucho mi alimentación. Por ejemplo, antes de un partido comía siempre en mi casa y me iba al estadio. ¡Pero yo jugaba y ni agua podía tomar para refrescarme! El médico me recomendó tomar gaseosas, agua con gas o soda, porque el gas me expandía la zona del esófago.
Llegaba a tener mis sodas durante los juegos pero tenía que hacerlo a escondidas porque la gente me veía extraña. ¿Cómo iba a estar tomando eso? Pero muy pocos conocían mi condición, solo las más allegadas.
En la selección me sentaba a la mesa con las que más conocía porque a veces la comida se me trancaba y tenía que salir corriendo al baño para expulsarla. Hubo un técnico en la selección que sí supo de mi caso. Me decía: “Llévate la comida y termínala en el cuarto así estás cómoda”.
Me debería haber operado pero aguantaba por amor al deporte. Por entonces era una operación muy invasiva y riesgosa y no quería perder tiempo de juego. Yo trabajaba y tenía mi seguro de trabajo, así que me hice todos los estudios. Pero entonces venía un torneo, luego otro o me convocaban a la selección. Y el tiempo de recuperación no daba así que decidía suspenderla.
Pero las últimas veces que me convocaron a la selección fue complicado porque las chicas no entendían el tema. Y era frustrante porque a veces todas terminaban de comer y yo tenía que esperar. Decidí que ya no podía vivir así y que tenía que operarme.
A principios de este año, un doctor de una clínica privada me dijo que ya no era necesario operarme, que podían colocarme una válvula que, al abrirse, iba a ensancharme el esófago hasta los grados necesarios. Pagué todo, me hice los estudios y me coloqué la válvula. Funcionó un día. No abrió nunca más y mi situación empeoró. El diámetro de mi esófago era como el del cable de un teléfono.
Tuve que empezar a alimentarme por una sonda nasal que me llegaba al estómago. Mi dieta era únicamente líquida y mi peso bajó drásticamente. Era huesos, estaba débil. Tenía que operarme ya. Yo hacía mi trabajos profesionales personalizados en clubes y en colegios pero no tengo un contrato.
Mi operación tenía un costo de 40.000 dólares. Mi primera reacción fue “bueno, me moriré”. ¿Cómo hacía para conseguir ese dinero? Dediqué mi vida a jugar al fútbol. He dejado muchas cosas por el deporte porque aquí trabajas o juegas. Estudias o juegas. Hay pocas empresas que entiendan que te vas de viaje para jugar, pero como futbolista cobras solo el mínimo y sólo cuando la liga está andando. Igual que sucede con el seguro médico, que además sólo vale para lesiones relacionadas al juego o a los entrenamientos.
Con Tauro, mi club de entonces, escribimos al seguro social pero jamás respondieron. Era una situación desesperante. Ahí fue cuando empezamos la campaña pública junto a Afutpa, nuestro sindicato de futbolistas, en donde estoy en representación del fútbol femenino. Venimos luchando hace tiempo por conseguir estas mejoras en las condiciones de trabajo, también para los hombres.
Afutpa tenía unos contactos y me hizo una carta. Mi médico me firmó otra. Yo empecé a tuitear sobre lo delicada de mi situación de salud. Se hizo tan mediática que logramos el apoyo del Gobierno: primero de la Secretaría de la Mujer y luego de Presidencia.
Cuando me llamaron para confirmarme la operación lloré como por dos horas. Un mes después –tenía que ganar peso porque estaba extremadamente delgada- me operaron. Me preparé psicológicamente porque tenía mucho miedo. Tuvieron que romperme una costilla, un dolor horrible. Ya operada, empecé a hacer mi recuperación sola. Tendría que haber estado siete días en cuidados intensivos. Estuve dos.
Hoy, siete meses después, puedo decir emocionada que he vuelto al fútbol. Hace un par de semanas que debuté en el CIEX CF. Pensé que iba a tener que retirarme pero mi recuperación fue muy buena. Entré al club como administrativa y ellos me propusieron jugar en la Liga LFF. Estoy muy fuera de ritmo pero poco a poco voy metiéndome más en partido, así que estoy muy feliz.
Lo mío no fue nada fácil, fue algo muy fuerte. Espero que haya tocado la sensibilidad de todos esos que pueden hacer algo para que se logren las mejoras que necesitamos en nuestras condiciones laborales como futbolistas. Es un trabajo de todos: gobierno, federación, sindicato, incluso las empresas privadas también, porque nada de esto hubiese pasado si nosotras tuviésemos un seguro, si estuviésemos cotizando como corresponde.
Estamos peleando para eso y mi caso hizo que alzáramos todavía más la voz porque lo conoció todo Panamá. Con Afutpa trabajamos para que las que vienen detrás nuestro no tengan que vivir lo que viví yo.