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Shannon Lynn: “No pasa nada por sentirse mal”

Salud mental Historias de futbolistas

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La portera escocesa Shannon Lynn afirma que el tema de la salud mental no se aborda lo suficiente en el mundo del fútbol y que quienes padecen de problemas de salud mental necesitan un entorno más abierto a esta realidad para iniciar el camino de la recuperación.

La portera del equipo sueco Vittsjö, de 35 años, perdió a su pareja, Sarah, a causa de una meningitis meningocócica cuando solo tenía 22 años, un trauma que la afectó profundamente. Aunque su vida alcanzó una apariencia de normalidad en la que parecía ser feliz y funcional, no fue hasta que empezó a visitar a un psicólogo hace un año, cuando empezó a comprender lo presente que seguía estando la enfermedad.

A través de la FIFPRO, Shannon comparte ahora la historia de su recuperación, con la esperanza de que quienes se encuentren en una situación similar, especialmente después de la pandemia de coronavirus, reconozcan que necesitan ayuda en su propio camino hacia el bienestar mental.

El problema de la salud mental en el fútbol es que existe tanta presión para estar en plena forma en todo momento que no es posible tomarse un descanso. Si te tuerces el tobillo todo el mundo asume que no podrás entrenar durante un tiempo; nadie se lo cuestiona, hay que descansar y volver cuando el cuerpo está listo.

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Sin embargo, había días en los que mi mente no estaba preparada; días en los que realmente no podía rendir en el campo porque me sentía muy mal, pero me levantaba y realizaba el trabajo de cualquier modo. Eso me exponía a muchas posibles lesiones físicas, porque mentalmente no estaba preparada. Era prisionera de mi propia mente.

No hay suficiente concienciación sobre el problema de la salud mental en el mundo del fútbol y aunque haya ayuda disponible para nosotros, no todo el mundo sabe cómo recibirla. Tenemos que empezar a normalizar que es completamente normal sentirse mal de vez en cuando. Creo que mucha gente siente que no tiene derecho a estar deprimida, porque existe la percepción de que, en realidad, no les ha pasado nada grave, pero cuando empiezas a aceptar que tus sentimientos son válidos y que tienes derecho a mejorar, ya has dado el paso más importante.

No fue hasta diciembre de 2019 que yo misma di este paso. Había tocado fondo a nivel emocional y, con el apoyo de mi familia y mi esposa, decidí que debía acudir a un psicólogo. Tuve mi primera sesión en febrero de 2020 y después viajé a España para un partido con la selección de Escocia. Cuando regresé, el mundo estaba al borde de este cambio tan drástico que ha supuesto la pandemia de coronavirus, pero para mí fue el momento de transformación positiva que estaba esperando. 

“El problema fue que seguí adelante con los entrenamientos y la preparación y me decía a mí misma que no estaba tan mal interiormente como para necesitar ayuda”

En el pasado, había intentado buscar ayuda varias veces, pero no me había funcionado. Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que, probablemente, solo estaba abierta a ello a medias: no mentía, pero definitivamente no compartía toda la verdad. Es difícil de hacer, porque cuando estás luchando hay muchas cosas de las que te avergüenzas y las has enterrado tanto que casi te olvidas de que, en realidad, estás ocultando muchas cosas.

En 2008, cuando falleció mi pareja, quedé absolutamente devastada; fue el pozo más oscuro que jamás hubiera podido imaginar. Pensé que todo se había acabado; que ya había encontrado el amor y que se había ido y a los 22 años decidí que yo no merecía la felicidad. En los últimos 13 años, sin lugar a dudas, he avanzado mucho, aunque ha sido una lucha. Mantuve una relación realmente insana con el alcohol y sufrí de bulimia, pero como atleta, no dejé que esto se interpusiera en mi vida.

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En ese momento, el fútbol fue mi salvación. Podía estar en apuros, pero entonces me decía a mí misma que tenía que recuperarme para el día siguiente y después para el siguiente, y así durante años y eso fue lo que me hizo seguir adelante y fue estupendo. Me comprometí y nunca falté a los entrenamientos. Fui una compañera de equipo con actitud siempre positiva y esta actitud me permitió alcanzar un cierto nivel de bienestar.

El problema fue que seguí adelante con los entrenamientos y la preparación y me decía a mí misma que no estaba tan mal interiormente como para necesitar ayuda. Si seguía levantándome cada día, yendo a los entrenamientos, jugando partidos y viviendo mi vida, entonces, supuestamente, todo estaba bien. He tardado años en darme cuenta de que eso no era cierto.

Incluso en el contexto del fútbol, sentía ansiedad y depresión, pero las luchas se manifestaban de forma diferente. Cuando ocupaba el puesto de portera titular, no podía disfrutarlo porque me acosaba el miedo a perder mi puesto, a no ser lo suficientemente buena. Ahora me doy cuenta de que esto era algo que yo aplicaba a toda mi vida.

“Después de una sesión me di cuenta de que, a partir de entonces, solo yo misma podía tomar las riendas: el psicólogo podía darme las herramientas para construirme a mí misma, pero no podía arreglar mi situación interior”

Esa es la principal diferencia que ha supuesto la terapia para mí. Mi carrera no ha cambiado demasiado. Aún no he jugado un partido de competición con Escocia y paso mucho tiempo en el banquillo de mi club, pero lo veo todo de forma diferente. Me siento muy orgullosa de ser una buena compañera de equipo; soy una portera que apoya a su equipo y desempeño un papel importante dentro de la selección nacional, aunque no sea dentro del campo. Cuando me retire algún día, guardaré estas cosas en mi corazón, porque me gusta pensar que todas las personas con las que me he cruzado hablarán bien de mí como ser humano y eso es importante para mí en este momento.

Necesitaba ese empujón de mi familia para iniciar la terapia, pero después de una sesión me di cuenta de que, a partir de entonces, solo yo misma podía tomar las riendas: el psicólogo podía darme las herramientas para construirme a mí misma, pero no podía arreglar mi situación interior. Al principio me resultaba muy frustrante y al cabo de un mes me miraba a mí misma y me preguntaba por qué no había progresado, pero en retrospectiva comprendo que, en realidad, sí lo había hecho. Mi crecimiento ya había comenzado y solo necesitaba dar un paso adelante para apreciarlo.

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Es como un régimen de entrenamiento. A los tres días piensas: “esto no me gusta nada” y al cabo de unas semanas no notas mucha diferencia y piensas que el trabajo no vale la pena. Pero, si te mantienes firme y te comprometes con el cambio, con el tiempo empezarás a ver los efectos y te sentirás mejor.

Ya han pasado 16 meses y no podría estar más orgullosa de lo que he conseguido. Antes, cuando “mejoraba”, siempre lo achacaba a factores externos, pero esta vez sé que he sido yo quien se ha esforzado; es mi triunfo y atribuirme el mérito de mi propio progreso es algo que me yo misma he conseguido. Sin embargo, el camino no ha terminado. Como todos los deportistas saben, para mantenerse en la cima de nuestra carrera debemos trabajar a diario. No se puede aflojar el ritmo durante un mes y esperar a estar en la misma forma que cuando vas al gimnasio todos los días.

Tu salud mental es algo parecido: es una batalla constante y cuesta arriba y cuando llegas a la cima es igual de difícil mantenerse allí, pero vale la pena. No va a ser fácil y habrá días en los que querrás derrumbarte y rendirte, pero sigue esforzándote hacia tu siguiente objetivo. Celebra las pequeñas victorias y llegarán las más grandes. Merece la pena y tú también te lo mereces, solo tienes que luchar por ello.