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Rodrigue Ogoula: "Tuve que escapar de un falso campo de fútbol en plena noche"

Historias de futbolistas

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Rodrigue Ogoula es un futbolista profesional de Gabón. Ha dado a conocer su caso con FIFPRO, como parte de nuestra campaña para aumentar la concientización acerca de los individuos que se hacen pasar por agentes de fútbol. Rodrigue advierte a los demás jugadores sobre lo que vivió en la academia falsa CampProfi, en Turquía.

Por Rodrigue Ogoula

Mi caso es el de gran número de futbolistas africanos, que han decidido hacer del fútbol su profesión y a quienes no se ofrece en su país ningún porvenir profesional. No tienen estatus reconocido, ni salario regular, pero aun así no dejan de soñar con una carrera…

Ahora tengo 23 años. He dejado mis estudios para consagrarme al fútbol, en mi país, Gabón. He fichado con el AS Stade Mandji, un gran club. Pero los nefastos efectos de la crisis sanitaria mundial llevaron al cese de las competiciones en nuestro país, donde el fútbol ya estaba duramente sacudido por graves dificultades económicas, y donde siempre estuvo en desgracia.

Durante la temporada 2021-2022, tomé la decisión de probar suerte en Togo, con el Gomido FC, club de primera división. Jugaba, pero tenía el ansia, sentía la necesidad de llegar más lejos, de llegar más alto…

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Rodrigue Ogoula

A través de Facebook, por primera vez tuve conocimiento del campo CampProfi en los alrededores de Estambul. Mediante el pago de 2.000 euros, se ofertaba una fase de entrenamiento, partidos amistosos jugados ante reclutadores de clubes y de agentes… Claro está, había que sumar el billete de avión y los gastos de visado, pero la oferta me parecía suficientemente interesante para que se la comentara a uno de mis hermanos mayores. El proyecto le pareció atrayente y decidió ayudarme a financiar mi desplazamiento.

Una vez rescindido mi contrato de manera amistosa con mi club togolés, regresé a Gabón para llevar a cabo los trámites administrativos y en febrero de 2022 emprendí camino a Turquía, con las maletas cargadas de esperanzas.

Aterricé en Estambul a las 4 de la mañana y, según lo acordado, alguien me esperaba en el aeropuerto y emprendimos, sin más dilación, la ruta hacia el campo. Llegado al lugar, primera sorpresa: tuve la impresión de haber llegado a un campamento de vacaciones.

Me encontré enseguida con los jugadores y los de Gabón se sorprendieron de verme allí. Comenzaron a explicarme el funcionamiento del campo, establecido en las instalaciones del Kartal SK, club de la sexta división turca… Su mensaje fue claro: los entrenamientos eran falsos, los partidos sin interés, los vídeos, los contactos, todo un engaño para mantener la esperanza y seguir reclamando más dinero. Y los futbolistas que exigían cuentas eran apartados, ya no entrenaban, debían arreglárselas solos para comer y quedaban bloqueados en el interior del campo, ya que debían pagar primero para que se aceptara dejarles partir…

¡Me quedé alucinado!

Cuando me exigieron los 2.000 euros, y aun teniendo la totalidad del dinero en mi poder, respondí que debía contactar con un amigo para que me entregara esa suma, pues había pensado que era más prudente no viajar con tanto dinero encima. Me indicaron entonces la salida: "¡Vuelve cuando tengas el dinero!"

Unas 20 horas después abandoné el campo. Contacté con un amigo que vive en Estambul y que aceptó acogerme en su casa. Vivía lejos, así que tomé un taxi. En ese momento mi moral tocó fondo. Pasé dos noches en su casa, reflexionando sobre lo ocurrido…

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Rodrigue Ogoula, en el campo turco

Al mismo tiempo, y no sé cómo puede explicarse eso, una de las personas presentes en el campo, un camerunés llegado al comienzo como jugador, pero sin nivel profesional, que había sido recuperado por el personal, consiguió contactar con mi hermano, para que este les convenciera de que era importante que yo regresara al campo. ¡Y le hicieron caso!

Bajo la presión de mi colega y de mi hermano mayor, acepté volver al campo y… entregar los 2.000 euros que me reclamaban desde mi llegada. Comencé a entrenar. Enseguida, comprendí que era un jugador del Kartal SK quien ejercía como entrenador. No sabía nada de la profesión de entrenador. Afortunadamente, con los demás jugadores, llegamos a organizarnos para trabajar de la manera más correcta posible… A modo de partidos amistosos, jugamos únicamente contra el Kartal SK y cuando interrogábamos a los responsables, siempre recibíamos la misma respuesta: "Por el momento no llegamos a interesar a equipos profesionales, pero eso llegará, no lo dudes…"

Nunca fue así… El tiempo pasaba y me atrapaba. El acuerdo que había firmado, y los 2.000 euros desembolsados, no cubrían más que un periodo de estancia de un mes de duración. A partir de ahí, la situación cambiaba. Mi hermano mayor, que deseaba que yo continuara, trató de alcanzar un acuerdo: 1.000 euros en ese mismo momento, y otros 1.000 cuando hubiera fichado con un club… Desde el primer entrenamiento, fui apartado del equipo. Me repitieron que tenía que pagar diez veces, cien veces. Además, hasta que no se pagase el dinero, se me prohibía el acceso al entrenamiento, me dejaban sin equipamiento y ya no tenía derecho a comidas. No tenía más que mi cama…

Las semanas pasaban. Me alimentaba como podía, me lavaba al mismo ritmo… Sabía que mi billete de vuelta había caducado, aunque ese no era mi principal problema al igual que ocurría con los demás jugadores que, como yo, quedaron abandonados a su suerte y buscaban la forma de poder salir de allí.

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Rodrigue Ogoula, con el Lozo Sport

Después de lo que me pareció una eternidad, un tal Mustapha cogió todas mis cosas mientras voceaba que no quería verme más, y me propinó un puñetazo. A mi alrededor, los demás jugadores estaban atemorizados. Continuó agrediéndome, pero yo no caí en su trampa y me negué a pegarme con él. En ese momento eran dos, más otro (tres), con el refuerzo de lo que me pareció un policía…

Querían asustarme, me amenazaron y, puedo certificar que iban en serio, decididos a todo si me iba, y decididos a mostrar sus amaños tan lucrativos como nauseabundos… Y después, la tensión volvió a caer. Evidentemente, esa no era la primera vez que se empleaban así con un jugador. Pero eso no tuvo efecto en mí. O, más bien, sí: esperé a la noche, y abandoné ese maldito campo, ayudado por un beninés que había vivido la misma desventura, y que se refugió en casa de un estudiante gabonés.

Desde mi país, he comenzado a relatar mi caso en Facebook. Un bloguero, impresionado por mi relato, lo ha compartido, dándole así una audiencia bastante numerosa, para ser leído en África y en Europa. Es entonces cuando Remy Ebanega, presidente de la Asociación Nacional de Futbolistas Profesionales de Gabón, me ha contactado. Del departamento jurídico de FIFPRO, ha tomado el relevo. Finalmente, pude regresar a mi país, Gabón.

Tras un largo periodo de espera, he vuelto a encontrar un club al principio de la temporada actual, fichando con el Lozo Sport. Pero las realidades del fútbol de nuestro país me han vuelto a atrapar: ningún salario durante ocho meses y un campeonato de nuevo interrumpido…

Hoy el fútbol me parece algo lejano. Acepto pequeños trabajos aquí y allá. Para poder comer. Para sobrevivir. Y nada más… Como en los peores momentos que viví en el campo turco. Pero hoy en día, soy libre y tengo la esperanza de ejercer la profesión que amo. Mi profesión. Futbolista profesional.