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Sistema de transferencias incumple promesa de redistribución

Perspectivas

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El sistema de transferencias ha modelado la economía del fútbol y las vidas de sus jugadores durante décadas. Cómo funciona el sistema, qué pretende conseguir, y si es justo, ha sido puesto en tela de juicio frecuentemente.

En la actualidad, estas cuestiones se dirigen al núcleo de la gobernanza del fútbol y al futuro del deporte. Pero una cuestión ha recibido poca atención hasta la fecha: ¿el sistema de transferencias cumple los objetivos que pretenden alcanzar los reguladores del fútbol? ¿Es lo que proclama ser? Y más concretamente: ¿ayuda a reducir la desigualdad de ingresos entre los clubes, que ha aumentado en los últimos años?

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Sobre

Thomas Peeters, Francesco Principle, Samy Hoey

Sam Hoey prepara su doctorado en la Facultad de Economía Erasmus (Róterdam). - Thomas Peeters es catedrático adjunto del Departamento de Economía Aplicada de la Facultad de Economía Erasmus (ESE). - Francesco Principe es catedrático asociado en la Universidad de Padua. Los tres son miembros del Centro Erasmus de Economía Deportiva Aplicada (ECASE).

Hemos analizado las cuentas de todos los clubes que jugaron al menos una vez en la primera división de ocho ligas nacionales –en Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Escocia y España– durante las cinco temporadas que abarcan desde 2013 a 2018. Los acuerdos de transferencia de estos 202 clubes nos han permitido investigar el sistema de transferencias en su conjunto, y si estaba alcanzando sus principales afirmaciones.

En virtud de las actuales normas de la FIFA, un jugador con contrato puede ser transferido a un club rival únicamente si dicho club o el propio jugador pagan una cláusula de rescisión (cuya suma normalmente es muy superior a la del valor restante del contrato). Para justificar tal restricción a la libertad del jugador, el sistema de transferencias afirma cumplir diversos objetivos sociales y deportivos; en particular, que redistribuye los ingresos desde los clubes grandes a los pequeños. Es una forma de solidaridad, que a su vez debe ayudar a mantener competiciones abiertas, impredecibles y atractivas. ¿Qué realidad tienen estas afirmaciones hoy en día?

De nuestro análisis, se llega claramente a una conclusión: el sistema de transferencias redistribuye muy poco desde los clubes grandes a los pequeños.

De hecho, ninguno de los clubes más pequeños –los de menor potencial comercial en nuestra muestra– ganó más de dos millones de euros al año, pese a que el mercado de transferencias alcanzó un valor de 10.000 millones de euros en 2018. El grado de redistribución es tan bajo que, posiblemente, no podría favorecer que los clubes más pequeños puedan ponerse a la misma altura y competir con sus rivales más poderosos. En algunos países, como los Países Bajos, las transferencias de jugadores incluso empeoran la desigualdad en la distribución de ingresos entre los clubes, más que si el sistema no estuviera en vigor.

Si algunos clubes disfrutan actualmente los beneficios de la redistribución, son un pequeño número de equipos con ‘ingresos medios’: Ajax, Bilbao, Lyon, Mónaco, y Sevilla son algunos de los clubes que realizan notables ganancias en el mercado de transferencias, ganando como media 20 millones de euros (o más) por temporada. La mayoría de estos equipos participa con regularidad en la Liga de Campeones de la UEFA; se encuentran entre los principales clubes de sus respectivas ligas nacionales. Y ello probablemente ayude a explicar por qué se redistribuye tan poco a los clubes más pequeños: los futbolistas de estos últimos nunca se exhiben en la competición de élite europea, la única donde se produce realmente una redistribución.

En suma, el sistema de transferencias no hace casi nada para reducir las grandes (y, en ocasiones, enormes) disparidades entre los clubes.

Podríamos preguntarnos si algún sistema es capaz tanto de reducir las desigualdades entre los clubes como de compensarles por su inversión en talento juvenil no confirmado. El actual sistema de transferencias únicamente puede dejarnos con una actitud escéptica. El régimen vigente produce principalmente clubes ‘cantera’ que, a cambio de sus ganancias en el mercado de transferencias, aceptan renunciar a todo reto competitivo de seriedad contra sus rivales más acaudalados. Lo que observamos es el intercambio entre la promoción del talento y el equilibrio competitivo: no puede avanzarse en ambos frentes al mismo tiempo.

¿Cuáles podrían ser las alternativas? Dos modelos sugieren enfoques muy diferentes, y ambos deberían forman parte del debate. El primero introduciría la legislación laboral habitual en Europa, similar a la que rige todo sector de alta cualificación. Ello daría a los jugadores mayor libertad de circulación, eliminaría costosas cuantías por transferencia y probablemente aumentaría los salarios, pues los clubes competirían más abiertamente por el talento. Un fondo común para la formación, financiado por una exacción aplicada a los ingresos de todos los clubes, podría subvencionar academias de jugadores juveniles. Ello podría aligerar la presión en los primeros años de entrenamiento, orientada a generar rápidos rendimientos financieros.

El segundo modelo adoptaría características de las ligas norteamericanas, donde los propietarios de los equipos y los sindicatos de jugadores negocian acuerdos de negociación colectiva. Estos establecen condiciones laborales tales como los límites salariales y la selección de jugadores (que presenta mayores restricciones a sus libertades, pero siempre con su consentimiento). Efectivamente, el fútbol europeo parte de un historial muy diferente, con un conjunto específico de instituciones, sin dejar de mencionar el lugar que ocupa actualmente en el mercado único de la Unión Europea. No obstante, las ligas americanas ofrecen enfoques alternativos al equilibrio competitivo y a la promoción del talento.

Nuestra investigación no ofrece respuestas fáciles. Las competiciones abiertas, las desigualdades de ingresos, el dominio deportivo, la normativa laboral justa y la adecuada promoción del talento descansan sobre una relación compleja y dinámica entre todos estos factores. Tan solo un debate político adecuado de distintos valores en competencia podría resolver tales tensiones y, si existe voluntad para ello, vigorizaría al Grupo de Trabajo de la FIFA sobre el sistema de transferencias y la Convención de la UEFA sobre el Futuro del Fútbol, abriendo quizá la puerta a una nueva pauta de pensamiento.

Pero de nuestro trabajo podemos extraer ya una conclusión obvia: al no cumplir su función de distribución de ingresos a los clubes más pequeños, el sistema de transferencias incumple sus propias promesas. No es lo que proclama ser. Y cuando un sistema no logra alcanzar sus propios objetivos básicos, necesita reforma.

El International Journal of Industrial Organization publicó nuestro documento en 2021. Puede leerlo aquí.