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Olivia Chance: "Las condiciones que garantizan el mejor desempeño en el fútbol masculino deben aplicarse al femenino"

Historias de futbolistas

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Según la herramienta de FIFPRO para el seguimiento de la carga de trabajo de los jugadores, la internacional neozelandesa y centrocampista del Celtic, viajó más que cualquier otra futbolista para representar a su club y a su país entre agosto de 2022 y abril de 2023: más de 145.000 kilómetros en 12 viajes.

Cuando FIFPRO me etiquetó en un posteo de Twitter la semana pasada, me sorprendió ver que, según su investigación, era la futbolista que más había viajado en el mundo. Comencé a pensar sobre lo que eso significa realmente como jugadora y del potencial que tienen los viajes excesivos para afectarnos tanto mental como físicamente, por no mencionar la cantidad de kilómetros que yo haya recorrido esta temporada.  

Que no se me malentienda, no estoy quejándome. Me gusta mi vida aquí en Escocia (aunque no sea un país soleado), pero es cierto que como neozelandesa, si quieres jugar al fútbol profesional, hay que viajar. Debes acostumbrarte a los viajes. Pero eso no facilita las cosas. Puedes estar en tu primer vuelo durante ocho horas, después tener dos horas de escala, antes de otras 17 horas hasta llegar a tu destino. Y luego tienes el viaje de regreso.  

Sin dudas la clase "bussiness" facilita las cosas, pero los verdaderos problemas de viaje que creo deben abordarse son las claras disparidades que pueden observarse entre el fútbol masculino y el femenino.  

Hay más periodos internacionales en el fútbol femenino, lo que significa que las futbolistas viajan más. Por mucho que me encante jugar en mi país y desee estar allí cuantas veces sea posible, estoy convencida de que podrían realizarse esfuerzos para que tanto la FIFA como la Federación centralicen nuestros deberes internacionales cada cierto tiempo, de forma que las futbolistas no tengan que viajar tan lejos cada vez. Ello contribuiría a garantizar que las jugadoras puedan alcanzar su mejor rendimiento para sus países a la llegada, y en sus clubes a su retorno. 

En febrero tuve que dejar prematuramente el juego internacional para jugar un partido de club un viernes y, unas 36 horas después del aterrizaje, estaba sobre el campo jugando contra el Rangers, un gran rival para el Celtic. Es un encuentro que conlleva mucha presión y quería perdérmelo de ninguna manera.

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Ni siquiera tuve tiempo para considerar lo agotada que estaba. Tuve que dejar mis preocupaciones a un lado y concentrarme en el juego; especialmente, al jugar en mi situación central, como centrocampista, ello requiere toda tu concentración. Finalmente, ganamos cómodamente 3-0, y conseguí jugar todo el partido, así que mentalmente estuve encantada con el resultado. No obstante, en retrospectiva, mi cuerpo probablemente no me lo agradeció. No fue hasta dos días después, tras la excitación por la victoria, cuando el desfase horario realmente me venció y tuve tiempo para procesar el modo en que mi reloj corporal había sido afectado, y la factura que el viaje me había hecho pagar. 

A veces eso es tan solo parte del juego, pero deberíamos tomar todas las precauciones para proteger nuestro organismo en estas circunstancias. No creo que este tipo de respuesta sea ni de lejos tan prevalente en el fútbol masculino que en el femenino. Existe una plataforma verdaderamente creciente para el fútbol femenino, y estamos observando que se ofrece un gran producto, lo cual es sorprendente, pero me parece que hemos pasado por alto algunos pasos para llegar hasta donde estamos.  

La inversión en el fútbol femenino no es la misma que en el fútbol masculino: y no me refiero ni siguiera en los salarios, sino en el acceso a las instalaciones y a los cuidados básicos. Parece que hemos dado el salto hacia la mercantilización demasiado rápido, sin tener en cuenta las piedras de base que deberían haber formado parte de nuestro camino hasta allí.  

Estamos jugando más partidos, pero sin el personal médico adecuado para ayudarnos a recuperarnos rápidamente; estamos entrenando duro, pero sin las instalaciones de gimnasio que están disponibles para nuestros colegas del fútbol masculino; y, en algunos casos, estamos jugando nuestro mejor fútbol sobre campos con un nivel inferior al estándar.  

Para que algo crezca saludablemente, se necesita el cuidado adecuado. Desafortunadamente, creo que ese no ha sido el caso en el fútbol femenino durante las dos últimas temporadas. Cada vez, más futbolistas padecen notables lesiones que pueden hacerles perder meses o incluso un año de sus días en lo mejor de sus carreras, lo que en última instancia afecta al producto que un equipo puede ofrecer a sus seguidores. Se están tomando riesgos con la salud de las mujeres, que no se toleraría asumir en el fútbol masculino, y no me parece que sea demasiado pedir la igualdad de trato como atletas.  

Incluso con la vista puesta en la Copa Mundial de este año, muchos equipos tienen jugadoras clave que no estarán disponibles para el torneo debido a lesión, y creo que debemos examinar los motivos de, por ejemplo, por qué hay tantas deportistas con lesión del ligamento cruzado en este momento. Es triste, dado que para muchas de nosotras, esta es la cumbre de nuestras carreras. Todo el mundo desea estar ahí y exhibir su juego dando lo mejor de sí.

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Estoy verdaderamente entusiasmada de formar parte de la Copa Mundial jugando en mi propio país; que todo el mundo tenga la experiencia de lo bello que es Nueva Zelanda, lo agradable que es su población, y ver que todo el mundo nos da ánimos. Va a ser especial. Sin embargo, parte de mí se pregunta cómo todas las jugadoras van a tener que afrontarlo, pues para la mayoría de nosotras requiere una enorme carga de viajes. Sin duda, los viajes es una de las cosas que, si no se contrarrestan cuidadosamente, puede tener un impacto enorme en nuestra salud como jugadoras, y creo que pueden repercutir gravemente en el sistema.  

Se han introducido nuevos estándares, que verán a las mujeres recibir iguales condiciones de viaje y alojamiento: como en el torneo masculino, lo que debería contribuir a compensar las cosas. Pero espero también que todas y cada una de las jugadoras tenga tiempo para ajustarse a su entorno antes de que se espere de ellas que compitan al mayor nivel.  

Las medidas adoptadas para garantizar el mejor desempeño posible para los hombres deberían aplicarse absolutamente al fútbol femenino. Es alentador que, en esta Copa Mundial, las futbolistas tendrán ahora su propia habitación de hotel durante el torneo; por ejemplo, al igual que los hombres en su Copa Mundial. Aunque tenga una excelente compañera de habitación y disfrute pasando tiempo con ella, para algunas atletas puede ser difícil compartir su tiempo libre con otra persona. Si los hombres necesitan espacio para prepararse antes de un partido, las mujeres también: es así de simple. 

Ahora tengo 29 años y soy una de las jugadoras de mayor edad en mi equipo. Considero que es mi responsabilidad impulsar estos cambios y denunciar lo que considero una desigualdad palmaria. Comprendo que no todo el mundo podría procesar las cosas igual que yo, pero he estado expuesta a situaciones similares las veces suficientes para apreciar la necesidad de un cambio. Aunque no llegue a disfrutar la ventaja, deseo dejar el fútbol femenino en una posición de mayor fortaleza en el momento de mi retiro. 

Sí, volar 145.000 kilómetros en una temporada es mucho, y personalmente me encantaría ver que eso se contrarresta, pero incluso antes de que comencemos a tener ese debate, preferiría ver a todas las jugadoras tratadas mejor: ya tengan que viajar cuatro horas para un partido internacional, o 24.  

Para nosotras, se trata de tener las mismas oportunidades; corriendo sobre las mismas briznas de yerba, entrenando en los mismos gimnasios, tratadas como profesionales con la misma experiencia. Los recursos están ahí; en algunos casos, tan solo falta el respeto.