Marshall Munetsi

Marshall Munetsi: "Cuanto más corro, más recaudo para los niños zimbabuos en situación desfavorecida"

Historias de futbolistas

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El centrocampista de Zimbabue, de 26 años, es miembro del Consejo Mundial de Futbolistas de FIFPRO y dona el 10% de sus ganancias a su propia fundación, que contribuye a brindar formación para niños en situación desfavorecida de su país.

Cuando estaba creciendo, mi madre cuestionaba siempre mi sueño de ser futbolista. Ella no estaba segura de los valores tras elegir esa carrera, del tipo de personas en que se convierten esos hombres una vez introducidos en el mundo de los medios y el dinero. Le dije que debía confiar en el hijo que había criado, que los principios que ella me había inculcado me influirían como persona y como futbolista, y que cualquier plataforma que yo desarrollara se emplearía para efectuar un cambio positivo en este mundo. 

Cuando mi agente me informó por primera vez sobre la nueva cláusula del contrato que me ofrecía el Stade de Reims, fue una enorme sorpresa. Nunca había escuchado que ocurriera algo así en el fútbol antes y yo no había mencionado nada de eso al club: la iniciativa fue de ellos. 

El compromiso de donar 100 euros por kilómetro que corro no es poca cosa, ya que en promedio corro unos 11 o 12 kilómetros por partido, lo que puede traducirse en 1.200 euros para mi fundación de Zimbabue en cada partido. Es una muestra increíble de generosidad, que se ofreció sin ninguna presión ni obligación, y para mí demuestra la notable fe en mí, no solo como futbolista sino como ser humano.  

Cuando supe de la cláusula no tuve que preguntar nada más. Comuniqué inmediatamente a mi agente que quería fichar, porque ese era el tipo de club para el que yo quería jugar; uno que parece mejorar las vidas de los demás y que me ayuda a ser tanto el jugador como la persona de la que mi madre puede sentirse orgullosa.  

Tampoco perdemos el tiempo. El contrato ya está en vigor y jugué mi primer partido en nuestro encuentro de liga contra el Lille. Fue una experiencia alucinante. Había un contador en una gran pantalla para que todo el mundo pudiera ver la distancia que yo había corrido, y tanto mis compañeros de equipo como los seguidores me animaban, me daban energía para seguir. Fue un partido muy duro y, al finalizarlo, ya no sentía mis piernas, pero ganamos los tres puntos y empecé algo realmente increíble fuera del campo.  

Hoy la Fundación Marshall Munetsi apoya a unos 60 niños de Zimbabue que, de otro modo, no tendrían acceso a educación. Desafortunadamente la escolarización no es gratuita en la mayoría de los países africanos, como lo es en Europa, y hay muchos niños cuyos futuros están lastrados por esto. Los que no tienen padres, que viven quizá con sus abuelos, que no tienen fuentes de ingresos o quienes incluso terminan sin techo, no tienen forma de mejorar su situación.  

Les damos lo que necesitan para comenzar a dar un paso firme en la vida, brindándoles cosas básicas como las cuotas de la escuela, libros y uniformes, pero ofreciéndoles también una red que recorra ese tramo extra para comprender lo que necesitan para tener éxito. Por ejemplo, si quieren jugar un deporte, estoy aquí para compartir mis experiencias. Si tienen interés en establecer una compañía, podemos conectarlos con alguien del negocio que quiera orientarles.  

El valor central de nuestra fundación es dar a tantos niños en situación desfavorecida como sea posible, acceso a una mejor educación y a garantizar que los niños tengan la libertad de tomar decisiones, no desde un punto de desesperación, sino desde una posición de fortaleza. 

Cuando estaba en el instituto me seleccionaron para jugar en la selección nacional Sub-17 de Zimbabue, y creo que en ese punto comprendí que tenía la oportunidad de hacer del fútbol mi carrera; mis sueños me habían empujado al camino correcto y tenía la formación y el entrenamiento para emprender mi viaje.  

Pero esa no fue la norma en mi educación. Obtener una formación era complicado. La mayoría de los niños que me rodean dejaron la escuela porque no podían permitirse estar allí y tenían que empezar a abrirse camino en el mundo. Había niñas que se casaban demasiado pronto tras conocer a un hombre que parecía capaz de darles una vida mejor; hombres que las dejaban embarazadas y desaparecían de sus vidas, dejándolas en una situación todavía más desesperada que la inicial. Los jóvenes se metían en el tráfico de drogas porque parecía dinero rápido, sin comprender lo duro que iba a tornarse su futuro.

Creé la fundación para dar a estos niños la oportunidad de soñar un futuro mejor, proporcionándoles la formación y el apoyo que necesitan para alcanzarlo. El objetivo es ayudar a tantos niños vulnerables como sea posible con los fondos disponibles y, si se presenta la oportunidad, quizás desarrollando incluso nuestra propia institución y contratando a nuestros propios profesores, de forma que podamos brindar formación directamente. Si tiene éxito, ¿quién va a decir que no podemos llegar más lejos? ¿Quién va a decir que no podemos ayudar a millones en lugar de a cientos, y no solo en Zimbabue, sino en toda África? 

Me enorgullezco de la iniciativa y tengo esperanza por su futuro pero, al mismo tiempo, la responsabilidad de educar a los niños no debería recaer en el futbolista ocasional, sino más bien en los gobiernos. Sí, como futbolistas mantenemos posiciones de privilegio, y es importante recordar quiénes somos y de dónde venimos, y emplear nuestras plataformas para el bien. Pero el objetivo no es que todo deportista de éxito establezca una escuela para niños en situación desfavorecida: es aumentar la concientización que existe un problema subyacente que debe abordarse.  

África tiene muchos minerales y recursos. Tenemos más millonarios en el gobierno que sobre el campo de juego. El cambio debe comenzar con ellos.  

Incluso la decisión de prohibir a la selección nacional de Zimbabue está alejando ya a gran parte de nuestra población joven. ¿Dónde estaría yo sin el sueño de jugar para mi país? ¿Dónde está la aspiración para que los chicos y las chicas participen en el deporte, para que vayan detrás de un balón con sus amigos, con la esperanza de convertirse en el próximo Marshall Munetsi o en quienquiera que admiren? 

Estos niños han sido desprovistos de educación, de su deporte, y de tantas otras cosas: y se llega al punto de preguntarse: ¿qué queda para inspirarles a una vida mejor? Ayudarles es algo que aprecio tanto que no puedo explicar cuánto significa recibir el apoyo en mis esfuerzos para lograrlo. 

“Como futbolistas mantenemos posiciones de privilegio, y es importante recordar quiénes somos y de dónde venimos, y emplear nuestras plataformas para el bien.”

— por Marshall Munetsi

No solo el Stade de Reims me ha alentado en mi activismo, sino los entrenadores, los aficionados e incluso los oponentes se han puesto en contacto en apoyo de la nueva cláusula de mi contrato. Mis compañeros de equipo suelen donar ropa u otros artículos que consideran podrían ser útiles para los niños, me hace sentir realmente que no estoy en esto solo, sino como parte de una comunidad. Todos sabemos exactamente cuánto cuesta criar a un niño.  

Voy a la próxima temporada como futbolista determinado a ofrecer el mejor desempeño para su club en un solo partido. Para eso me contratan, y llevar a casa los tres puntos será siempre mi foco de atención cuando salgo al campo de juego. No voy a hacer un seguimiento de lo mucho que he viajado, pero sé que cuanto mejor juego, más tiempo de partidos tendré a mi disposición y más oportunidades para correr tanto como pueda y alcanzar los mejores resultados posibles para mi club y mi fundación.  

Sin embargo, el Stade de Reims ha mostrado interés en mi vida, más allá de los 90 minutos; han mostrado que reconocen a sus jugadores como personas con vidas y objetivos fuera del fútbol; y creo que, como tal, es un factor importante que falta en el juego actual. Les agradezco la oportunidad no solo de ganar dinero para una buena causa, sino de probarme a mí mismo como modelo de conducta tanto dentro como fuera del campo.  

Espero que, juntos, podamos ayudar no solo a los niños de Zimbabue, sino inspirar a quienes están en situación más privilegiada para ser el cambio que desean ver en el mundo; hacer del fútbol una comunidad positiva de la que todos podamos formar parte.