Diego Martinez Community Champion

Diego Martínez: “Llevo más de 50 perros rescatados”

Historias de futbolistas

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Diego Martínez, de 34 años, es arquero del Deportivo Pasto (Colombia). Hace cinco años que combina su pasión por el fútbol con el amor por los perros. Dedica tiempo y dinero a rescatarlos de la calle y de situaciones de maltrato para conseguirles una nueva familia con la que puedan vivir plenamente.

Por Diego Martínez

Mi amor por los animales viene de familia. Cuando vivía con mis padres siempre tuvimos perros y gatos, a ellos les encantan. Hoy en día mi madre tiene cuatro gatos y tres perros en su casa, y no es que sea una casa especialmente grande. Pero duerme en la cama con sus cuatro gatos. Y con mi padre, claro.  

Así que ese amor lo llevo en la sangre, pero quien me hizo comenzar con mi proyecto de ayudar tantos perritos de la calle como pueda fue Totty. Totty es mi perra, una bulldog francés que llegó a mi vida hace cinco años. 

Con mi esposa no tenemos hijos, así que decidimos adoptar un perro para nuestro hogar, que nos hiciera compañía y que nos diera todo lo que ofrecen los animales a una familia. No hay amor más fiel que el de un perro. Así que buscamos una fundación muy conocida en Medellín que se dedica a rescatar bulldogs franceses llamada “Animal libre”. Aquí en Colombia, como entiendo pasa en buena parte del mundo, es una raza que se explota para negocio, para sacar crías. 

Es lo que pasaba con Totty. En la fundación nos presentaron su caso: había pasado sus tres años de vida en cautiverio y ya tenía cinco partos. Cuando la rescataron estaba en muy malas condiciones. La usaban para hacer dinero.  
 
Nos obsesionamos de tal manera que mi esposa viajó hasta Medellín a buscarla. Antes hicimos todos los trámites de adopción, que son muy estrictos, casi como si adoptaras un niño. Cuando la fue a buscar estaba internada, estaba llena de enfermedades. Se llamaba Esperanza, pero como había sufrido mucho maltrato y eso queda en el inconsciente de los animales, parte de tener una nueva vida era cambiarle el nombre. 

Cuando llegó a la casa, no salía a la puerta para ir a la calle. Temblaba. Para salir de la puerta nos tocó hacer un proceso de recuperación un poquito largo, delicado, arduo. Por suerte hubo gente que nos ayudó y hoy nos da la compañía, la fidelidad y la alegría que un perro te brinda. La felicidad que les da a ellos de vernos es tanta que me nació mucho más amor hacia ellos. Rescatar a Totty de su mala vida me despertó el deseo de ayudar a muchos más perros. 

Empecé a conocer lugares de rescate aquí en Pasto, la ciudad donde estoy jugando y viviendo, pero yo quise hacerlo de forma particular, sin vincularme con nadie porque es un tema económico bastante complejo. Recuerdo que mi primer rescate lo hice en un parque muy grande que está enfrente de mi casa. Eran las 10 u 11 de la noche y hacía mucho frío. Pasaba caminando y vi un perrito solo, acostado. Entré a mi casa y me asomaba a cada rato por la ventana. Ahí seguía como lo había visto la primera vez. La situación no me dejaba dormir tranquilo. 

Una semana pasé viéndolo solo en el parque, así que era obvio que lo habían botado o se había perdido. Fui a llevarle comida y me persiguió hasta mi casa como diciendo “¡ayúdame!”.  

Así fue como Mono se convirtió en el primer rescate de muchos, es mi perro emblema. De ahí en adelante tuve una etapa que veía un perro en la calle, paraba el carro y lo subía. Pero no era sostenible. Como me dijo alguien que está en el ambiente animalista, no puedes salvarle la vida a todos, pero sí puedes cambiársela a algunos.  

Llevo más de 50 perros rescatados. Claro que no tengo lugar para tenerlos a todos pero sí les pago guardería y comida. ¡Llegué a tener bajo mi cargo 20 al mismo tiempo! Hoy por hoy tengo 12. Los demás por suerte hemos podido darlos en adopción. Y a todos les hacemos lo que se llama seguimiento. Es decir, continuamos el contacto con las familias que los reciben para ver cómo están. 
 
No suele haber problemas. El proceso de adopción que hacemos es igual de estricto que el que hicimos con Totty. Voy yo personalmente hasta la casa a ver cómo son las condiciones, quiénes viven. Después de estos años haciéndolo, te das cuenta quién quiere de verdad un perrito y no para que te cuide una finca. Puedo dormir tranquilo porque todos han encontrado una verdadera familia.  

He rescatado perros amarrados, en patios, en fincas, en casas que no les dan comida, perros que los tienen como si fueran cualquier cosa, en muy malas condiciones. Lo que yo hago es ir con la policía, con mi abogado y lo hacemos todo legal. Se hace el rescate y se quita el perrito. 

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Ahí es donde interviene Sandy, una señora con la que trabajo. Ella me ayuda abriendo su hogar para que estén los perros hasta entregarlos en adopción. Ella los cuida y se ocupa de las emergencias. Es una persona de muy bajos recursos pero con un corazón enorme. Por eso lo hago con ella, porque no lo hace por negocio como otra gente que intenta aprovecharse. 

Por supuesto yo pago todo. Económicamente es difícil de mantener pero por suerte hoy tengo los recursos. Hubo un momento muy bueno en que la gente me ayudaba mucho con comida, medicamentos. Soy el arquero del Deportivo Pasto y cuando se dio a conocer lo que hacía me empezaron a llegar muchos mensajes. Mis compañeros también me colaboraban pero yo nunca recibía dinero directamente porque no me gusta. Acordábamos para que pagaran una esterilización o directamente en la veterinaria por lo que se había utilizado. 

Hoy, paralelo al fútbol, tengo un negocito cuyas ganancias van por completo a mantener a los perros. Vendo botines de fútbol. Guayos, como les llamamos nosotros. Le vendo a muchos jugadores y es una forma de que ellos me ayuden. Ellos saben por el boca a boca que yo vendo y ahora estoy creando en redes un perfil de Instagram que se llama Crack Colombia. 

Muchas veces no vendo lo que necesito y ahí saco de mi dinero pero intento equilibrar las cuentas mensuales. 

Por supuesto me han dicho para crear una fundación pero por ahora no lo veo posible. Uno como futbolista sabe dónde vive hoy pero no el año que viene. Y armar un emprendimiento para después tener que dirigirlo a distancia o dejar a alguien a cargo no lo veo bien. Uno tiene que estar pendiente. 

Tal vez lo haga cuando me retire y viva en un lugar fijo. Ojalá pueda tener un espacio grande, una casa campestre, un lugar donde pueda meter a 100 perros. Es un sueño al que quiero apuntar.