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Marvin Bartley: ¿continuaría existiendo el abuso en línea si se responsabilizara a los culpables?

Historias de futbolistas

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Si entro en mi buzón de Instagram ahora mismo, te garantizo que habrá al menos dos mensajes no deseados con insultos acerca del color de mi piel.
  • Marvin Bartley se ha colocado al frente de la batalla contra el racismo en línea que se produce en el fútbol.
  • El capitán del Livingston insta a las plataformas de redes sociales a implementar mecanismos sencillos que puedan disuadir del abuso anónimo.
  • El centrocampista inglés considera que los comentarios denigrantes pueden perjudicar la salud mental de los futbolistas y de sus seres queridos.

Actualmente, puedo desvincularme emocionalmente de los comentarios racistas que observo en línea: no porque no sean dañinos, sino porque me centro en el panorama mayor. Si dejo que esas personas consigan importunarme, si me enfurezco y reacciono negativamente, entonces ¿a quién estoy favoreciendo? Centro mi energía en apoyar a otros a atravesar sus propias experiencias, y en presentar los hechos de forma calmada, porque esos agresores sin rostro no van a distraerme de mi misión por alcanzar la igualdad.

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Desafortunadamente, cuando alguien envía un mensaje o comentarios ofensivos sobre mis fotografías, con insultos, no me afecta solo a mí. Una vez, mi madre me llamó por teléfono, hecha un mar de lágrimas, tras haber visto un ejemplo del abuso racista que su hijo estaba recibiendo en línea, y eso verdaderamente me afectó.

Nunca había visto llorar así a mi madre; fue la primera vez que se venía abajo delante de mí, de esa manera: estoy en la treintena, y me estaba suplicando que volviera a casa para poder protegerme. No puedo explicar lo horrible que fue ver la profundidad de su dolor.

La experiencia verdaderamente me dejó en un estado mental negativo y me hizo sentir especialmente agresivo; realmente, quise atacar a esa persona que había causado a mi madre tanto dolor pero, por supuesto, eso no me hace ser mejor persona.

Fui suficientemente afortunado como para tener una red de apoyo verdaderamente sólida, pero aun así había momentos en que me sentaba solo en casa y me sentía vulnerable. No todo el mundo tiene alguien con quien poder hablar. El abuso en las redes sociales –ya sea racista, sexista u homófobo– puede realmente acabar con tu salud mental.

No me estoy poniendo dramático cuando digo que es solo cuestión de tiempo que algún jugador se quite la vida por ello. El fútbol es un entorno de gran presión: el escrutinio constante, las preocupaciones económicas que conlleva una edad de retirada temprana, la incertidumbre en los contratos; si tienes un mal día, o un mal mes, y recibes uno de esos mensajes, realmente pueden llevarte al límite.

“Nunca hubiera deseado ser de un color diferente; me siento orgulloso de quién soy y de ser de color”

Cuando eso ocurra, se responsabilizará a las redes sociales y surgirán preguntas sobre lo que podríamos haber hecho para proteger a las víctimas de abuso. Pero ¿por qué dejar que la situación llegue tan lejos? Constantemente, he tratado de comunicarme con las plataformas de redes sociales acerca de implementar un proceso sencillo que haga a los culpables responsables de sus actos. Sería tan fácil vincular una identidad a un perfil, lo que significa que todo abuso podría ser rastreado hasta llegar a la persona real, al contrario de lo que ocurre en una cuenta anónima.

Debería tener el derecho a impedir que una persona “no identificada” contacte conmigo; que pueda ver mi página, gustarle mis fotos, pero no enviarme mensajes. ¿Crees que estaría recibiendo ejemplos diarios de discurso del odio si esas personas pensaran que podrían tener que responder de sus acciones?

Instagram puede eliminar una canción en segundos si sospecha que se ha infringido un copyright, y las cuentas pueden bloquearse por usar tacos; ello significa que la tecnología está ahí, y por lo tanto no me cuadra.

Lo que quisiera es poder hablar personalmente con las compañías de las redes sociales y explicar que sus plataformas están siendo utilizadas como vehículos de abuso. Podrían tener una muy buena razón para no implementar una solución, pero todavía tengo que escucharla y creo que yo, como tantos otros, merecemos una explicación.

Porque, afrontémoslo, cuando se denuncian en los medios ejemplos de abuso racista en mi perfil, o si uso mi cuenta para situarme contra la discriminación, la gente quiere verlo en masa. Ello actúa como un cibercebo, con su enorme espacio para anuncios: si no hay controversia, se pierden grandes ingresos. O quizá me equivoco, y sencillamente no les importa. Quizá en algún lugar se mantuvo una reunión, donde se expuso nuestro trauma pero no se consideró suficientemente importante para emprender la acción inmediata.

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Nunca hubiera deseado ser de un color diferente; me siento orgulloso de quién soy y de ser de color, pero cuando alguien empieza a insultarme por la condición con la que nací, por un aspecto tal inherente a mi identidad, eso hiere.

Si pudiera llegar a esas personas antes de que pulsen ‘Enviar’ ese mensaje directo, simplemente les pediría que lo piensen. Les lleva tan solo 15 segundos mandar un insulto racista a otra persona, y para ellos todo acaba ahí. Pero les digo esto: el receptor de ese insulto lo recordará durante los veinte años siguientes. La primera vez que fui insultado en línea fue hace cinco años, y lo recuerdo como si fuera ayer: cada una de las palabras exactas, tal como se escribieron. Lo que para ellos fue un comentario descartable me dejó huella, así como a tantos otros, de por vida.

Quizá si presionar ‘Enviar’ tuviera consecuencias, entonces mayor número de esas personas se verían obligadas a pensar por un momento, y yo podría dejar de esperar esos mensajes no deseados en mi buzón de entrada.