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Samantha Akinyi: “En un momento entendí que necesitaba tener una alternativa al fútbol”

Historias de futbolistas

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Samantha Akinyi

La arquera internacional de Kenia, de 27 años, se tomó un tiempo de descanso fuera del fútbol para estudiar asesoramiento y psicología con la ayuda de la Asociación Keniata para el Bienestar de los Futbolistas (KEFWA).

Convertirme en arquera no fue una elección personal. Soy alta, mido casi 1,90m. Una vez nuestra arquera habitual no estaba disponible para el partido. En nuestra comunidad, las más altas van al arco así que el entrenador me dijo que ocupara ese puesto.

Eso fue en 2009. Un año después, hubo pruebas para enviar un equipo a la Copa Noruega y mi entrenador me dijo que había solo dos guardametas, pero que las que irían a Noruega serían tres. Así que fui a las pruebas en condición de portera y éramos tan solo tres, así que nos permitieron ir a todas. Fue un movimiento estratégico que salió bien. Desde entonces estoy bajo los tres palos.

Cuando comencé a jugar al fútbol lo consideré como una carrera. Pero en un momento entendí que necesitaba tener una alternativa. Cuando el fútbol no provee lo suficiente, necesito tener algo que pueda proveerme. Y cuando llegó el COVID en 2020 todo se detuvo. Pensé qué pasaría si el fútbol no regresaba. Antes de eso, todo giraba en torno al fútbol, pero después del COVID veo las cosas de modo diferente. Me dije a mí misma que tenía que volver a estudiar. La Asociación Keniata para el Bienestar de los Futbolistas (KEFWA) tenía algunos programas educativos. Los solicité y me aceptaron. Organizaron todo.

Esto me mostró la importancia de los sindicatos. Hay tantos retos que nosotras las futbolistas afrontamos en cuanto a la inscripción, contratos, retos personales, retos para el equipo, retos para el club... Los sindicatos son muy importantes. Son quienes están ahí y hacen sentirse cómodos a los jugadores en su entorno.

Cuando fui aceptada, acudí a la universidad y estudié asesoramiento y psicología. Decidí esas dos materias porque, como futbolista, comprendí que el fútbol no es únicamente salir al campo y jugar, es mental. Los y las futbolistas luchan por encontrar alguien con quien hablar cuando los problemas mentales los superan y nada parece funcionar para ellos. Crecí en un suburbio y eso era un reto en sí mismo. Comencé a estudiar asesoramiento y psicología por la fraternidad del fútbol en Kenia, por las mujeres y por la comunidad de la que procedo.

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Muchos atletas sufren problemas mentales. Los futbolistas consideran el fútbol como algo que va a elevarles al nivel que desean alcanzar. Y desafortunadamente en muchos casos no es así y los futbolistas sufren en consecuencia.

Cuando comencé a estudiar, intenté combinar el fútbol y la formación. Pero se ha demostrado ser difícil. No podía seguir diciendo a mis profesores “hoy tengo un partido, mañana tengo entrenamiento”. Para ellos era muy caótico. Me dijeron que tenía que decidir primero si estar en el aula o encontrar un modo alternativo de gestionar mi tiempo y mis estudios. Así que decidí dejar de jugar una temporada, finalizar mis estudios y después reanudar la práctica del fútbol.

En Kenia no hay dinero para el fútbol femenino. Jugamos porque amamos el fútbol. A veces, cuando jugamos fuera de casa, nuestro club nos da algo de dinero para las comidas y pagan el transporte a casa después del partido. Pero no jugamos por el dinero. Lo que nos motiva es la pasión, nada más que la pasión. Simplemente intentas mantenerte en forma, estar en un club y esperar que puedas atraer interés desde fuera del país.

Existe una enorme brecha entre hombres y mujeres. Al fútbol masculino se le da prioridad. El cambio llegará pero no es algo que vaya a ocurrir pronto. Puedo ver algunos cambios: por ejemplo, los partidos femeninos están siendo televisados. Así que el cambio está ahí, está llegando aunque lentamente. No es algo que podamos decir está próximo, es algo que ocurrirá a medida que pase el tiempo.

“La Asociación Keniata para el Bienestar de los Futbolistas (KEFWA) tenía algunos programas educativos. Los solicité y me aceptaron. Organizaron todo. Esto me mostró la importancia de los sindicatos.”

Tras los estudios me ofrecieron un empleo en el Centro Educativo Moi y trabajo allí como asesora deportiva y entrenadora para las arqueras. Pero decidí también volver a jugar al fútbol. Opté por irme a Tanzania, al club Tiger Queens. Tiene su sede en Arusha, a tan solo cinco horas de trayecto desde mi escuela. La escuela dijo que podía ir a Tanzania, siempre que estuviera disponible para volver cuando fuera necesario. El club de Tanzania conoce también la situación y por ahora me han dado la libertad de poder hacer ambas cosas.

Poco después de mi llegada a Arusha hubo una emergencia en la escuela. Unos padres no querían que su hijo jugase al fútbol y la escuela quería que yo hablara con ellos y les explicara las ventajas de que el niño jugara el fútbol y de estar en el equipo. Era un gran jugador. Tuve que regresar a Kenia desde Tanzania porque la cuestión no podía resolverse por teléfono. Pero conseguí convencer a los padres, que decidieron permitir a su hijo seguir jugando con el equipo.