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Patrik Raitanen: "Cómo el modelaje cambió mi perspectiva del fútbol"

Historias de futbolistas

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El defensa finlandés Patrik Raitanen juega en el IFK Mariehamm. Formado en la academia del Liverpool, compagina su carrera futbolística con trabajos como modelo profesional. En 2020 sufrió un trato negativo como jugador debido a su aspecto, lo que repercutió en su bienestar mental.

Por Patrik Raitanen

Hace unos cinco años me encontré en el suelo del vestuario, llorando histéricamente, luchando por respirar e incapaz de moverme. Fue la primera vez que reconocí que estaba sufriendo un ataque de pánico. Pensé que era el final de mi carrera futbolística.

Desde los 16 años formé parte del programa juvenil del Liverpool y, como futbolista, me beneficié de la rutina y los hábitos que te inculcan. Lo asumí todo, me comprometí con el fútbol en todos los aspectos de mi vida y estaba decidido a ser lo más profesional posible.

Sin embargo esos años también son importantes para desarrollarte como persona y yo dejé escapar ese aspecto. Tal vez fuera porque vivía en el extranjero y no tenía el murmullo de fondo que la mayoría de nosotros tenemos al crecer: los amigos del colegio, la familia. Todo lo que hacía giraba en torno al fútbol: lo que comía, cuándo dormía, con quién hablaba. Llegó un punto en que consumió toda mi identidad.

Cuando me rompí el ligamento cruzado anterior, me dañé el menisco y pasé casi un año recuperándome empecé a cuestionármelo. Seguía siendo futbolista, iba a entrenar todos los días y estaba en el vestuario con mis compañeros, pero cuando alguien me preguntaba qué me pasaba no tenía nada que contarle.

Al no haber otros jugadores con lesiones de larga duración esa temporada pasé mucho tiempo solo centrándome en mi rehabilitación. Empecé a pensar más en cómo me había ido definiendo en los últimos años y en otros aspectos de mi personalidad que aún no había explorado.

Decidí que quería hacer otra cosa, algo que me supusiera un reto y llenara el vacío que había dejado en mi vida el no jugar al fútbol. Empecé a pintar y a concentrarme más en expresarme a través de la ropa.

Al final me presenté y fui a una agencia de modelos. Me pidieron que les hablara de mí. Les conté mis aficiones, mi interés por la moda, mi personalidad... Fue la primera vez en mi vida que no me limité a decir "soy futbolista" y dejarlo ahí. Me sentí bien.

Empecé a centrarme un poco más en el modelaje, lo que me ayudó mucho, me dio algo en lo que pensar aparte de estar lesionado. Me ha ayudado a tener una mejor perspectiva del fútbol en general. Antes, si cometía un error en el entrenamiento, me angustiaba durante días porque no había nada más que me distrajera.

El modelaje se convirtió en mi punto fuerte. Tenía confianza en mí mismo, iba a trabajar con ropa que me hacía sentirme yo mismo y estaba muy contento de ir a entrenar cada día como una persona más equilibrada. La gente respondía a eso y me encontré haciendo muy buenas conexiones con la gente, especialmente con mis compañeros de equipo.

Era muy diferente a cómo me sentía cuando jugaba en Países Bajos cinco años atrás. Me hizo mucha ilusión empezar en el Fortuna Sittard. Era un gran club para un joven jugador finlandés y mi primera semana de entrenamiento fue la mejor que había vivido nunca. Pensé que todos mis sueños se hacían realidad.

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Patrik Raitanen, en el Fortuna Sittard

Estaba en el banco de suplentes pero era de esperar. Sólo tenía 18 años, había que tener paciencia y dar el cien por cien en los entrenamientos. Luego me apartaron del equipo durante bastante tiempo a pesar de mi buen rendimiento como suplente. El entrenador había dejado de hablarme de mi juego y parecía que sólo me hacía críticas poco constructivas. Empecé a confundirme: necesitaba ayuda para desarrollarme como jugador pero en lugar de eso me estaba menospreciando por todo lo que era como persona.

Intenté hablar con él varias veces, pero nunca respondía a mis preguntas. En lugar de eso cambiaba la conversación al hecho de que yo tenía el pelo largo y se centraba en mi aspecto, como mi ropa cuando llegaba al entrenamiento.

Me cohibía. Empecé a dudar cuando me vestía por las mañanas, preguntándome qué se consideraría aceptable, hasta el punto de que casi llegaba tarde porque me lo pensaba demasiado. Acabé dejando de lado mi vestuario habitual por ropa más convencional, descuidando mis otros intereses y mi bienestar mental sólo para complacer al entrenador. Me sentía un fraude y un intruso, y las cosas que me hacían diferente -de las que me había enorgullecido- empezaron a entristecerme.

Todo llegó a un punto crítico en enero, cuando comprobé la lista de futbolistas que viajarían a Turquía para la concentración invernal y todos -incluidos los lesionados- estaban marcados para volar. Menos yo.

Después de que el capitán intentara hablar con él en mi nombre, el entrenador acabó diciéndome que había que dejar a alguien y que podía entrenar solo mientras todos estaban fuera. No supe qué responder. Me fui a casa y entrené con mi hermano. Cuando volví al club me dijeron que habían fichado a un nuevo jugador. Habían movido mis cosas a un lado del vestuario. Me apartaron del primer equipo.

Me resultó difícil porque había venido a jugar en el primer equipo. Hubo momentos en los que disfruté y jugué algunos partidos con los reservas hasta que me lesioné.

No se me permitió utilizar los recursos médicos del primer equipo. Ni siquiera me hicieron una resonancia magnética. Cuando intenté pasar una pelota por primera vez desde que me lesioné, me di cuenta, después de un mes de reposo y rehabilitación -que era la recomendación-, de que mi rodilla no estaba bien.

Fue durante este tiempo, cuando estaba en el gimnasio todos los días con el fisioterapeuta de la sub-17 -que era un punto de apoyo para mí-, trabajando en mi recuperación durante el día, volviendo a casa y llorando por la noche, cuando empecé a tener ataques de pánico.

Llamé a mi madre y a mi agente y les dije que no podía seguir. Tenía que dejar. No tenía capacidad para seguir así. Mi agente llamó por teléfono al entrenador para ver qué pasaba y al final vino a hablar conmigo.

No hubo disculpas. Ninguna explicación. Ninguna responsabilidad asumida. Me dijo que podía irme a casa si quería. Y eso es lo que hice.

Fue un periodo horrible para mí. Hacía rehabilitación y salía a correr para mantenerme en forma, pero me echaba a llorar mientras corría. Casi lo había dejado; el fútbol tenía unas connotaciones tan negativas para mí que ya no me merecía la pena seguir practicándolo.

Empecé a trabajar con un psicólogo y especialistas en salud mental deportiva. Tanto ellos como mi familia y mi agente me ayudaron a recuperarme. Al final, cuando surgió la oportunidad de hacer una prueba en Italia, conseguí impresionarles, pero cuando me ofrecieron un contrato, dudé si firmarlo.

¿Y si ocurría lo mismo? ¿Y si deshacía todo el trabajo que había hecho? Sin embargo mi familia me convenció de que no abandonara el fútbol. Decidí darle una última oportunidad. Me alegro mucho de haberlo hecho. Pasé un año increíble, con muchos partidos, e hice algunos de los mejores amigos que he tenido nunca. Volví a enamorarme del fútbol.

“El modelaje se convirtió en mi punto fuerte. Me sentía seguro de mí mismo, iba a trabajar con ropa que me hacía sentir yo mismo y estaba muy contento de ir a entrenar cada día como una persona más equilibrada.”

Ahora estoy más feliz que nunca en mi vida. Intento vivir el presente y aprovechar al máximo cada día en el IFK Mariehamn de mi país. No sólo porque puedo jugar al fútbol sino porque me siento libre de hacerlo como yo mismo. He encontrado mi equilibrio como jugador y como persona, y ha sido una experiencia que me ha cambiado la vida.

Si pudiera dar un consejo a cualquier futbolista joven, sería que no se encerrara en sí mismo; que tuviera algo más que el fútbol a lo que recurrir, porque cuando los tiempos se ponen difíciles necesitas esa otra dimensión de tu identidad.

Si me hubieran preguntado hace cinco años cuál era mi sueño, les habría dicho que jugar en la Liga de Campeones. Obviamente, seguiría siendo increíble pero mi perspectiva ha cambiado. Ya no se trata de un objetivo final sino del proceso y de cómo lo disfrutas. Ahora mismo me siento cómodo en mi propia piel y formo parte de un gran equipo que me apoya, de algo más grande que yo, y por lo que a mí respecta, eso es un sueño hecho realidad.